Retiro conociendo al Espiritu Santo Viento y Fuego

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Para entender el Concilio Vaticano II

Introducción

La historia de la edad contemporánea está llena de muchos acontecimientos y personajes que han marcado de forma radical la historia de la Iglesia, ya sea positiva como negativamente; como por ejemplo: la revolución francesa, el liberalismo, la Primera y Segunda Guerra Mundial, el gran avance de la tecnología y las comunicaciones, la globalización, la secularización, etc. Los historiadores y expertos acomodan este periodo desde la Revolución Francesa (1789) hasta nuestros días.

Acomodándonos en el seno de la Iglesia, en este periodo no han ocurrido grandes cantidades de acontecimientos (en la historia propia de la Iglesia) relevantes para la Iglesia como en las otras épocas de la historia. Tal vez, porque solo sean dos siglos de historia. Pero comparando este periodo con los anteriores, existe una gran fuente bibliográfica que facilita un estudio profundo, minucioso y detallado. Vale la pena constatar, que la historia de la Iglesia de este periodo, no es una historia interna de la Iglesia, de su organización, de su doctrina, ni de su espiritualidad, sino mas bien, una historia de cómo los Papas y la Iglesia de este periodo han afrontado los cambios religiosos, culturales y políticos del mundo. Por tanto, los historiadores eclesiásticos darán mucho énfasis a la persona de los Papas de esta época, como por ejemplo, Juan XXIII, Pablo VI y el famosísimo Juan Pablo II, entres otros.

En este periodo, mucho católicos se interrogaron en como la teología, la fe y la Iglesia los ayudaban a enfrentar los problemas sociales y políticos de la época, sobretodo en América Latina. Abriendo pasos al surgimiento de nuevas tendencias teológicas, como la teología de la liberación, que posteriormente le costó la excomunión a muchos teólogos latinoamericanos.

Entre todos los acontecimientos de este periodo existe uno que se considera como el más importante, impactante y crucial para la Iglesia de los últimos 300 años, que fue el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII a principios de la década de los sesenta, y a la muerte del mismo, concluido por el Papa Pablo VI. Su repercusión en la vida pastoral de la Iglesia y la apertura de dialogo con otras confesiones religiosas, situó a la Iglesia en lugar privilegiado en el mundo y le gano el respeto de muchos líderes y culturas del mundo. Dando un empuje, sin precedente en los últimos siglos, a la misión evangelizadora de la Iglesia y a la inculturación de la fe en todos los pueblos. Elevo efectivamente la participación de los laicos en la Iglesia y les confirió el papel que les corresponde en la obra evangelizadora de la Iglesia. Por esta razón, el Concilio Vaticano II y sus protagonistas, Juan XXIII y Pablo VI, quedaran grabados en la historia de la Iglesia para siempre.

Lamentablemente tengo que decir, que el Vaticano II, es desconocido por mucha gente y será siendo poco leído en el futuro. Parece ser que los Documentos del Concilio Vaticano II se han quedado para una lectura académica y poco para su aplicación pastoral.

Algunos precedentes del Concilio Vaticano II

Indiscutiblemente, el Concilio Vaticano II es considerado el mayor acontecimiento que vivió la Iglesia desde el siglo XVI, o sea, desde el Concilio de Trento. Tuvo dos grandes protagonistas: en primer lugar al Papa Juan XXIII, que es quien lo convoca e inicia, y en segundo lugar, al Papa Pablo VI, que es quien lo continúa y clausura. Cuando Juan XXIII anuncia y convoca la Iglesia Universal a un Concilio Ecuménico, muchos estuvieron en desacuerdo, otros pensaban que era algún tipo de continuación al Concilio Vaticano I (que nunca se clausuro en 1870), otros criticaron fuertemente al nuevo Papa y otros asentaron la decisión del mismo. Pero no podemos negar, que la decisión de abrir un concilio fue impactante y sorprendente para la Iglesia de este tiempo. Muy pronto quedo claro que la intención del Papa no era clausurar el Concilio Vaticano I, sino comenzar un Concilio totalmente nuevo. Algunos papas anteriores a Juan XXIII habían pensado o contemplado la posibilidad de la convocación a Concilio, pero las circunstancias no eran propicias, ya sea, por las guerras, problemas políticos, etc., y otros comenzaron pasos para la convocación, pero quedaron en nada. La idea de clausurar el Concilio Vaticano I era obsoleta, ya que los cambios y transformaciones que ocurrieron en el mundo desde el 1870 hasta la fecha, superaban los cambios que ocurrieron desde Trento hasta Vaticano I. Habían surgido nuevas problemáticas, nuevas circunstancias, nuevas tendencias y corrientes, nuevas preocupaciones pastorales, y sobre todo, nuevas necesidades.

Entre las principales preocupaciones del Papa Juan XXIII se encontraba la cuestión de la unidad de los cristianos, cuestión tan preocupante para él, que hace que el 25 de enero de 1959 convoque la Iglesia a concilio. Y no solamente convoca, sino que asigna un contenido claro para que los Padres Conciliares traten, estos son: la reforma de la Iglesia, la unidad de los cristianos y la apertura de la Iglesia al mundo.

Cuando Juan XXIII es elegido Papa, la Iglesia parecía estar encajonada e una estructura y método, el cual no permitía la inculturación de la Iglesia y la fe, a la realidad de los países del mundo. Por ejemplo, en Japón se escuchaba misa en latín; en la India se formaban seminaristas con métodos aristotélicos propios de occidente, descartando los libros sagrados de aquel país; en América en pleno siglo XX se construían templos góticos; entre otras muchas cosas. En el ambiente teológico moderno-intelectual había malestar porque el Santo Oficio daba la impresión de controlar el pensamiento teológico y el progreso del mismo con una vigilancia extrema para que no se salieran de los parámetros de la teología escolástica.

Y la triste realidad era, que la Iglesia bajo estos signos, estaba incapacitada de conquistar el mundo y orientarlo hacia Cristo, que es su objetivo. Hasta el Vaticano II, la teología católica había ensenado que fuera de la Iglesia no hay salvación; los protestantes y ortodoxos eran cuidadosamente evitados; el mundo era identificado con el mal, por tanto se combate y se huye de él. La Iglesia estaba perdiendo terreno y el secularismo tenía la ventaja.

Preparación para el Concilio Vaticano II

Juan XXIII era un gran historiador de la Iglesia, conocía muy bien los cambios históricos, tanto del mundo como la Iglesia; y tenía muy claro que la Iglesia debía adaptar urgentemente su predicación, su organización y sus métodos pastorales a un mundo profundamente transformado y secularizado. Anuncia simultáneamente en la Basílica de San Pablo Extramuros el 25 de enero de 1959 el Sínodo de la Diócesis de Roma, la revisión del Derecho Canónico y un Concilio Ecuménico.

¡Venerables hermanos y queridos hijos! Pronunciamos delante de vosotros, a la verdad temblando un poco de conmoción, pero a par con humilde resolución de propósitos, el nombre y a la propuesta de una doble celebración: de un sínodo diocesano para la Urbe y de un concilio ecuménico para la Iglesia Universal". Discurso de Juan XXIII (25-1-1959)

En junio de ese mismo año se constituyo una Comisión ante preparatoria, presidida por el cardenal Tardini. Al día siguiente, este envía 2,593 a los cardenales arzobispos, obispos, congregaciones romanas, generales de las órdenes religiosas, universidades católicas, facultades teológicas, para pedir sugerencias y temas para el concilio. Contestaron 1,998 cartas (76.4%), que posteriormente fueron catalogadas y reducidas para presentar al concilio.

La convocación del Concilio represento un cambio histórico en la Iglesia y represento el final de la Iglesia Constantiniana. Este anuncio provocó en la Curia Romana recelo y desconfianza, según declara el historiador de la Iglesia Vicente Cárcel.

Los preparativos para el concilio comenzaron en el 1959 y terminaron en el 1962, año que comienza la primera sesión del Concilio Vaticano II. Rápidamente se formaron dos polos de opiniones distintas, el primero comandado por la curia romana, quienes defendían un análisis más jurídico que pastoral y por otro lado, el grupo que apoyaba un cambio pastoral y un cambio en la praxis profética de la Iglesia. A las comisiones y secretariados preparatorios les fue encomendada la tarea de redactar los esquemas en vista del futuro concilio, pero los obispos conciliares decidieron no tomar en consideración lo propuesto en estos esquemas por parte de la curia romana. Esto fue parte importante en la preparación del Concilio y marco una nota separante entre la curia romana y los otros obispo conciliares. A la curia romana, y por consiguiente, a los esquemas preparados por sus hombres ser les acuso de cerrazón frente a las nuevas instancias teológicas emergentes y a los nuevos problemas pastorales.

En la comisión central de preparación para el concilio se vieron tres orientaciones: los que criticaron la preparación de la curia romana, los defensores y los indiferentes. Hubo oposiciones en temas de teología, pero lo más importantes fueron las posturas en cuanto a lo pastoral se refiere. En esto surgieron dos modos de entender la presencia de la Iglesia en el mundo: uno defensivo (postura de la curia romana) y otro de dialogo y confrontación. El primero se basaba en defender, mantener y reforzar la pastoral con normas jurídicas. Esta fue la dominante a principios del Concilio, pero luego la segunda emergió decididamente en el aula conciliar. Quiero aclarar que este debate no implica para nada división en la Iglesia, todo lo contrario, indica la diversidad universal dentro de la Iglesia, que la convierte en una Iglesia rica, autentica y completa, abierta al dialogo, al debate y a una sana confrontación.

Durante el Concilio

Debido a su muerte, lamentablemente el Papa Juan XXIII, solo alcanzo a ver la primera sesión de las cuatro sesiones que compusieron el Concilio Vaticano II:
-Primera sesión: 11 de octubre al 8 de diciembre de 1962 – Juan XXIII
-Segunda sesión: 29 de setiembre al 4 de diciembre de 1963 – Pablo VI
-Tercera sesión: 14 de setiembre al 21 de noviembre de 1964 – Pablo VI
-Cuarta sesión: 14 de setiembre al 8 de diciembre de 1965 – Pablo VI
Esta primera sesión del Concilio fue muy lenta y solemne, lo cual provoco que muchas personas perdieran la esperanza en el Concilio. Pero no podemos dejar de señalar que en una asamblea tan grande como lo fue esta, las discrepancias y diferencias eran muchas, y para ponerse de acuerdo en los temas se requería un mayor tiempo que el deseado.

Cuando falleció Juan XXIII, el concilio quedo suspendido y solo el nuevo papa podía reanudarlo porque los obispos de la Iglesia no pueden congregarse y actuar sin la cabeza del colegio episcopal. Aunque muchos obispos, sobre todo los de extrema derecha, deseaban que no se reanudaran los trabajos conciliares; muchos otros esperaban el anuncio de Pablo VI, proclamando la reapertura del concilio. Al ser nombrado papa Pablo VI, efectivamente esta fue su primera iniciativa: reanudar los trabajos conciliares con el mismo enfoque y orientación que le había dado Juan XXIII.

Pablo VI hizo saber enseguida a los padres conciliares su intención durante el concilio, según lo afirma el mismo papa, su papel será: “orar, hablar, deliberar y actuar con ellos, sin ninguna voluntad de dominio ni ninguna búsqueda de poder”. La actitud del papa, durante el concilio, fue de vigilancia, pero en muchas otras ocasiones de dialogo y confrontación; pero también con mano firme cuando hubo que hacerlo, sobre todo cuando creía que su conciencia de responsable supremo de la doctrina y altísimos valores de la vida de la Iglesia se lo imponía. Pablo VI quería que los obispos de la Iglesia Católica abandonaran el concilio no vencidos, sino convencidos.

Cuando termino la primera sesión del concilio, en muchos obispos se produjo un cambio profundo de mentalidad, ya que tomaron nueva conciencia de su naturaleza y de su misión, abriendo sus mentes a una posible y necesaria renovación; como declara el evangelio: “Para vino nuevo, odres nuevo”. Ya el Espíritu Santo había preparado el terreno para un cambio inminente, solo era cuestión de tiempo. El mismo Espíritu hizo desaparecer el miedo y la timidez que se reflejaron en los votos preconciliares, e hizo tomar conciencia de los problemas nuevos de la época. Indiscutiblemente los signos de los tiempos gemían por una pronta intervención de la Iglesia.

En una asamblea tan compleja y numerosa como fue el Vaticano II (2450 obispos de la Iglesia) no pudo funcionar sin que influyeran en ella corrientes influyentes, formando dos grandes bandos: la mayoría y la minoría, ambos comandados por importantes teólogos y cardenales que manifestaban y defendían sus posturas tenazmente.

Después de cuatro sesiones de grandes discusiones y debates, Pablo VI clausura el concilio ecuménico, al aire libre, en la plaza de San Pedro el 8 de diciembre de 1965, día de la inmaculada. Dando como resultado impresionantes cambios y colocando a la Iglesia en un lugar idóneo para enfrentar las adversidades de los tiempos y las nuevas tendencias modernas que afectan directamente el ser de la Iglesia y la misión pastoral de la misma.

Documentos del Concilio Vaticano II

Tras un largo y duro trabajo, se redactaron 16 documentos, cuyo conjunto constituye una toma de conciencia de la situación actual de la Iglesia y define las orientaciones que se imponen. Estos documentos son:

Constituciones:
Dei Verbum (Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación)
Lumen Gentium (Constitución Dogmática sobre la Iglesia)
Sacrosanctum Concilium (Constitución sobre la Sagrada Liturgia)
Gaudium et Spes (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual)

Declaraciones Conciliares
Gravissimum Educationis (Declaración sobre la Educación Cristiana)
Nostra Aetate (Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las Religiones no cristianas)
Dignitatis Humanae (Declaración sobre la libertad religiosa)

Decretos Conciliares
Ad Gentes (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia)
Presbyterorum Ordinis (Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros)
Apostolicam Actuositatem (Decreto sobre el apostolado de los laicos)
Optatam Totius (Decreto sobre la formación sacerdotal)
Perfectae Caritatis (Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa)
Christus Dominus (Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos)
Unitatis Redintegratio (Decreto sobre el ecumenismo)
Orientalium Ecclesiarum (Decreto sobre las Iglesias orientales católicas)
Inter Mirifica (Decreto sobre los Medios de comunicación social)
Conclusión

El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica siendo uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX. Fue convocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció desde el mes de enero de 1959.

El Concilio constó de cuatro sesiones, siendo la primera de ellas presidida por el mismo Papa en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio de 1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el Papa Pablo VI, hasta su clausura en 1965. La lengua oficial del Concilio fue la lengua latina.

Ha sido el Concilio más representativo de todos, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las partes del mundo y de una gran diversidad de lenguas y razas. Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas cristianas.

El Concilio se convocó con los fines principales de: promover el desarrollo de la fe católica, lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles y adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.

Pretendió proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos. Trató de la Iglesia, la Revelación, la Liturgia, la libertad religiosa, etc. siendo sus características más importantes la renovación y la tradición.

Reflexión sobre el Vaticano II

El Vaticano II presentó el mensaje cristiano de la forma más adecuada a nuestros tiempos, renovó los métodos de apostolado e invito a las iglesias separadas a un dialogo fraterno y sano. Me impresiona la forma que el Espíritu Santo iluminó y dirigió a los Papas protagonistas del concilio para llevar a la Iglesia a una introspección de sí misma y no a un enfrentamiento con las herejías o tendencias de estos tiempos, como lo hicieron muchos concilios anteriores. La renovación de la liturgia permite que todos los fieles participen activamente de ella y no se limiten a ser meros espectadores de actos litúrgicos que no se entendían y mucho menos asimilaban. Abre el camino para que la Iglesia se inculturize en los pueblos y no que los pueblos se romanizen a la Iglesia. Esto permite que la acción pastoral sea más efectiva y atractiva a los no bautizados. Entre otros muchos cambios que hasta el día de hoy, el tiempo a confirmado que fueron certeros y efectivos.

Unos de los cambios que mas afecto positivamente a la Iglesia, para mi entender, fue la importancia que el clero le dio a los laicos dentro de la misión de la Iglesia. Como declaran los documentos del concilio: “En la Iglesia hay variedad de ministerios, pero unidad de misión. A los Apóstoles y a sus sucesores (obispos y sacerdotes) les confirió Cristo el encargo de enseñar, de santificar y de regir en su mismo nombre y autoridad. Mas también los laicos hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo.” El concilio brinda la oportunidad a laicos comprometidos a unirse a la misión de nuestra Madre Iglesia, evangelizar y pregonar el Evangelio Glorioso de Jesucristo a todos los lugares que sea necesario; y sobre todo aquellos lugares donde el clérigo no pueda impactar. El Concilio no le otorga, sino más bien, reconoce el papel y el rol de nosotros los laicos en la instauración del Reino.
Por: Prof. Juan A. González Rivera

Bibliografía
· Cárcel, Vicente: “Historia de la Iglesia III. La Iglesia en la Época Contemporánea”, Ediciones Palabra, España, 1999.

· Comby, Jean: “Para leer La historia de la Iglesia 2, Del siglo XV al Siglo XX”, Verbo Divino, España, 2000.

· Documentos del Concilio Vaticano II

· Orlandis, José: “Historia de la Iglesia. Iniciación Teológica”, Ediciones Rialp, España, 2003

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